RESUMEN.

PERSONA, HUMANIDAD, FELICIDAD

Introducción

¿Es posible conciliar la idea de un Creador con la razón? Cuando hablamos de la Persona Humana, nos sumergimos en el basto mundo de uno de los tres grandes problemas de la Filosofía a lo largo de la Historia (Dios, mundo y hombre); de las conclusiones de este, dependen no solo la visión que tengamos de los demás sino que, de un modo particular, de ella depende en gran medida la conciencia que tenemos de nosotros mismos en nuestro Ser Personal y del rumbo que decidimos seguir en este “darnos cuenta” de quiénes somos y hacia donde nos dirigimos.

La Persona Humana

¿A quién hacemos referencia cuando preguntamos por la Persona Humana? ¿Qué significa ser Persona? ¿Qué o quién es Persona? Preguntas complejas de responder de manera inmediata, por ello hemos de iniciar nuestro camino de búsqueda en las ciencias que puedan hablarnos de ello y dejar de lado aquellas que solo lo hagan de manera parcial y no total.

Antes de poder definir al todo (la Persona), bien cabe hacer una distinción de cada una de las partes; para ello, debemos dejar de lado aquellos saberes que solo pudieran hablarnos de alguna de la dimensiones de la persona o del ser humano pero no de su ser intimo personal, según Sellés (2015), los enfoques antropológicos más usuales están ceñidos en exceso o bien al cuerpo humano (antropología física, medicina, biología, etc.), o sobre lo cultural (antropología cultural), o al comportamiento social (antropología social), o al alma y sus potencias y manifestaciones (antropología racional o filosófica, psicología, etc.), pero no a la persona (a esta antropología se le puede llamar trascendental).

Ya que otras ciencias no pueden aboradar la totalidad de la persona hemos de echar mano de una antropología distinta, la antropología trascendental o antropología de la intimidad desarrollada por el filósofo español Leonardo Polo. Esta antropología como describe Sellés (2015), es búsqueda, porque el futuro histórico y metahistórico que uno espera depende del saber personal que uno alcanza. En este sentido, en primer lugar, entendemos entonces que en la medida que logramos conocernos personalmente es como podemos alcanzarlo todo (ser felices).

Leonardo Polo refiere en sus diversas obras que, para alcanzar el propio conocimiento del ser íntimo personal, es necesario hacer una distinción entre naturaleza humana, esencia y el ser personal propiamente dicho. Citando de nuevo a Sellés (2015), nos refiere que la clave del enfoque antropológico poliano reside en el planteamiento dual. En efecto, el hombre está conformado por un cúmulo de dualidades jerárquicas entre sí, y ello tanto en la esencia humana (objetos-actos, actos-hábitos, hábitos-virtudes, razón teórica-razón práctica, razón-voluntad, potencias superiores-alma, sindéresis, o ápice de la esencia, etc.) como en los radicales personales del acto de ser del hombre (coexistencia-libertad, conocer-amar personal).

Cabe aquí hacer una distinción entre dual y dualismo, términos que no deben confundirse; el primero hace referencia a la unión de lo distinto y el segundo denota oposición, es decir, el primer término alude (en antropología filosófica) a la unión natural entre alma y cuerpo, esta unión es armónica (antropologías como la de Aristóteles y Tomás de Aquino), y la segunda expresión (dualismo) denota la misma unión pero de forma violenta, es una lucha constante entre los dos co-principios que se rehúsan a convivir de manera solidaria (antropologías como la de Platón y Descartes). En este sentido, debemos tener clara la referencia de nuestra antropología trascendental como una antropología de la dualidad o dual y no dualista.

Habiendo dejado más claro el rumbo que ha de tomar nuestra antropología, hemos de iniciar con la primera capa que envuelve a la persona, la naturaleza humana. El cuerpo humano vivo, sus funciones y facultad constituyen la naturaleza humana, la vida recibida, la herencia biológica que debemos a nuestros padres. Gracias a este cuerpo que posee más o menos las mismas características entre los de la misma especie (hombres-mujeres), es que es posible la medicina como ciencia, de no ser así, tendría que existir una medicina para cada cuerpo particular, de este modo, nuestra naturaleza es algo común, algo de compartimos y que no es distintivo de mi persona, sino que es el vínculo de unión entre mi persona y el mundo corpóreo.

Nuestra Persona no se reduce a nuestra naturaleza humana, si fuéramos personales en cuanto a nuestro cuerpo, uno sería menos persona en la niñez, en la enfermedad, en la vejez, en las lesiones, con el cuerpo desecho, incluso en la muerte. Por esto, y dando un segundo paso hacia dentro de nuestro ser debemos dejar de lado nuestra corporeidad como distintivo de nuestro ser personal. El segundo peldaño es la esencia humana, “la esencia del hombre es la perfección intrínseca de una naturaleza procurada por el acto de ser” (Sellés, 2013, p. 53).

En este sentido, lo más distintivo y perfectible de nuestra constitución son la razón y la voluntad. Estas facultades, nos distinguen de los otros animales carentes de ellas (perros, gatos, vacas, etc.), nuestra esencia es pues, nuestra capacidad intelectual y volitiva, ese poder “darnos cuenta” del otro y de lo otro; con ello alguien podría afirmar que ya hemos llegado al punto más alto y culminante de nuestro ser personal, sin embargo, todavía nos encontramos a la mitad del camino; en esta capacidad de perfeccionamiento nos encontramos seres inacabados todavía, es la potencia del acto que no es todavía. En este sentido nuestra esencia no es nuestra “Persona”.

Quitando estas capas es que podemos llegar a lo más profundo del ser personal y cabe preguntarnos ¿es posible conocernos en nuestro ser más íntimo? Podemos conocer todo aquello que está en nuestras manos, es decir, todo lo que forma parte de nuestra naturaleza y esencia humana, pero ¿quién es cada persona? Parece escapar a este tipo de conocer intelectual, y ya que nosotros mismo no nos hemos dado la existencia y que incluso el cuerpo lo hemos recibido por herencia cabe aquí aceptar la idea de un cognoscente superior a la persona humana, creador suyo y en estrecha vinculación con ella al que llamaremos Dios.

Solo Dios puede revelar plenamente a la persona su ser personal. En efecto, uno puede dotar de sentido a aquello que uno hace, piensa o quiere, pero el pleno sentido de la persona no está en nuestra mano alcanzarlo, es decir, la vida personal, la vocación y el destino, están exclusivamente en manos de quien depende la persona humana. ¿porqué no somo felices? ¿porqué tenemos la sensación de que no encajamos? Probablemente la respuesta sea porque no hemos logrado conocernos a nosotros mismos, probablemente creamos que nuestro cuerpo es lo más importante o que nuestra psicología es la mejor, sin embargo, nuestra persona es todavía más grande que ella y no se ve limitada a nuestra corporeidad o nuestro comportamiento.

La persona es todavía más grande que de lo que ella podamos afirmar con la razón, es una apertura a la inmortalidad, es una posibilidad de trascendencia, es una apertura a lo divino, es una apertura a la sabiduría al amar pleno y a la posesión completa de sí misma. Es la criatura más amada por Dios que ha de entenderse a sí misma como un compuesto de espíritu y materia y que no ha de hacer menosprecio a alguna de estas dos, por el contrario, en este complemento ha de encontrar plenitud perfecta y el motivo de su existencia feliz.

Conclusión

Al llegar a este punto, probablemente el elector tenga muchas más preguntas de las que tenía al principio, sin embargo, es necesario recordarle que la respuesta de su ser “Persona”, es una respuesta que emana de la búsqueda del ser íntimo en relación con la apertura que se posea con el Creador, en la medida que le conocemos nos conocemos, y en la medida que nos abrimos a sus inspiraciones somo más felices y encontramos el sentido pleno de nuestra existencia. Debemos pues, aventurarnos al diálogo personal con nosotros mismo y con Aquél que nos ha creado con la finalidad de garantizar en este mundo pasajero una estancia completamente dichosa.

Referencias

Selles, J. (2015). Antropología para inconformes. Madrid, España: RIALP

Selles, J. (2013). Antropología de la Intimidad. Madrid, España: RIALP

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